Cuando a los profesionales de Cuidados Paliativos nos preguntan a qué nos dedicamos, a menudo nos encontramos de vuelta caras de pena u horror. Nos miran como a aquellos misioneros que iban a las misiones más peligrosas o se dedicaban a cuidar leprosos cuando el contagio era seguro. Incluso personas cercanas a nosotros, añaden en voz baja “es una Santa”, pero no lo dicen con convicción y alegría, lo dicen como con lástima.
Cuesta explicar en pocas palabras, lo gratificante que es. Pocas veces convencemos a quienes nos escuchan, escépticos, si se trata de un encuentro breve. Incluso después de largas conversaciones y explicaciones, muchas veces tenemos la sensación de que si no se vive no se entiende. Esta es también la conclusión de algunos alumnos que rotan con nosotros, después de una mañana dicen: ahora lo entiendo, hay que vivirlo.
Cuando decidí dedicarme a la Medicina Paliativa, fue impulsada por ese sentimiento de ser útil, de poder ayudar. Movida por la satisfacción que este trabajo me hacía sentir, después de atender a algunos pacientes y sus familias en su casa, desde mi formación como médico de familia. Después de diez años dedicándome a pleno pulmón a acompañar a personas en el final de sus vidas, mi percepción es parecida a la de los primeros años ¡Cuánto enriquece a nivel personal y cuánto se aprende de las personas en esos momentos! Mis valores, mi actitud, mi forma de vivir, se han visto transformadas de tal forma, que probablemente nunca seré del todo consciente.
En la atención integral, holística, a nuestros pacientes, nos abren con frecuencia ventanas a la sabiduría espiritual del que tiene cerca el final. En estos momentos en los que despierta una espiritualidad que a lo mejor tenían dormida, o se revela con fuerza el sentido que siempre pusieron en el centro de sus actos. La espiritualidad reflejada como esperanza, como amor, vivida con intensidad en contacto con el arte, con la naturaleza, con la familia. Estar en contacto con el sentido que estas personas dan a su vida y a su muerte, nos acerca a los profesionales a nuestra propia espiritualidad, de una forma privilegiada, con visión de futuro, como antes de tiempo.
Los que leéis esto posiblemente no habéis tenido este privilegio, o puede qué si y estéis asintiendo con la cabeza, reconociendo el sentido del que os hablo. Por eso quería compartir con vosotros en este blog, la forma más pura de esa percepción de vivencias y momentos importantes.
La espiritualidad es una tendencia natural del ser humano, una búsqueda, y ya desde niños somos sensibles para vivirla.
Recientemente un pediatra sudafricano, el Dr. Alastair Mc ALpine (@AlastairMcA30), ha publicado con forma de hilo en twitter, un estudio cualitativo muy simple, realizado a niños al final de la vida. Así dicho puede sonar muy fuerte, como cuando decimos que nos dedicamos a paliativos, pero sed valientes y seguid leyendo ¡merece la pena!
A continuación, un resumen-traducción de su hilo. La pregunta que les hace, básicamente es qué cosas han disfrutado en la vida y le han dado sentido.
Ninguno dijo que hubiera querido ver más televisión, ni pasar más tiempo con Facebook, ni peleando con otros. Ninguno disfrutó el hospital. Muchos de ellos mencionaron a sus mascotas. Muchos de ellos mencionaron a sus padres, a menudo expresando preocupación por ellos. A todos les encantaban los helados. A todos les gustaban los libros, o que les contaran historias, especialmente si se las contaban sus padres. Y añade el autor: “leed a vuestros hijos ¡les encanta!”
A muchos les hubiera encantado haber pasado menos tiempo preocupándose por lo que otros pensaran de ellos, y haber valorado más a las personas que les trataban de forma simplemente normal. A muchos de ellos les encantaba nadar y la playa. Casi todos valoraban la amabilidad y el cariño por encima de cualquier otra virtud. A casi todos les encantaba la gente que les hacía reír. “La Risa alivia el dolor”, dice este pediatra.
A los niños les encantan sus juguetes y los superhéroes. Finalmente, todos valoraban el tiempo con su familia, nada era más importante.
Mensaje para llevar a casa del autor: Sé amable. Lee más libros. Pasa tiempo con tu familia. Haz bromas. Ve a la playa. Abraza a tu perro. Di a esas personas especiales que les quieres.
(¡Oh … y comed helado!/fin)
Después de esta revelación, no hace falta añadir argumentos ni explicaciones, creo. Yo he releído el hilo original varias veces, me da paz. Es de esos mensajes auténticos, simples y verdaderos. Me siento privilegiada. Estar cerca de las personas al final de la vida, con el corazón abierto, transforma a nivel personal, es una visión, un regalo.
Referencia bibliográfica:
Atlantes cuidados Paliativos
20/03/2018_Por Rocio Roji(@rociorojib)
Médico de Medicina Paliativa en la Clínica Universidad de Navarra